DÍA 4: Conociendo más, ayudarás mejor

Parece que nos vamos habituando a los horarios de aquí, porque cada vez nos cuesta menos madrugar y levantarnos… Hoy, viernes 7, nos ha pasado eso a todas. Estábamos tan puntuales en el desayuno, con nuestro yogurt bebible en un vaso y nuestro zumo de naranja en el otro, y preparadas para esperar un nuevo día. Nos dicen nuestros “jefazos” que han pensado en que cada mañana de sábado sea día de limpieza general de la casa, y por supuesto, nos parece buena idea. Queremos ayudar a los niños y a todo el que lo necesite, pero para eso hay que empezar echando una mano en el lugar donde nos están dando cobijo y comida caliente… Faltaría más. 

Durante la mañana, y después de dejar relucientes nuestras habitaciones, baños y pasillos, nos juntamos para empezar a preparar los ratos de oración que tendremos a partir del lunes. Y es que todos estamos de acuerdo en que son momentos realmente necesarios, y mucho más aquí, donde necesitas compartir y expresar a los demás todo lo que sientes. Pensamos en oraciones, cuentos o canciones que nos puedan motivar y dar fuerzas en esos días que quizá lleguemos desmotivadas y cansadas… Por lo que hemos visto hasta ahora, va a ser duro. Pero seguro que Él está ahí para apoyarnos en todo.

La tarde la hemos pasado con nuestro ya amigo Pedro, uno de los padres que viven aquí y del que ya os hemos hablado. Cada día nos cae mejor, se preocupa muchísimo por nosotras y creemos que también se divierte bastante, porque siempre dice que “las españolas gritamos mucho, pero que somos muy graciosas”.Él nos cuenta que para ayudar lo mejor posible a una cultura que apenas conocemos, lo mejor es ir a sus calles, a sus gentes, y empaparnos de lo que allí veamos, para saber qué rumbo tomar en nuestro voluntariado. Así que, con ese pensamiento, nos lleva a la zona más popular de La Paz, donde convergen toda clase de personas y estilos de vida, y donde más gente se ve en las aceras intentando vender lo poco que tienen.



Las calles por las que nos lleva están llenas de colores, pero también de ruinas y de una pobreza que se ve latente en cada paso que damos. Todas lo hablamos, y es que se nota en cada rincón que este país es el más pobre de toda Sudamérica. Puedes ver un edificio totalmente moderno y sofisticado al lado de una casita sin acabar, medio derruida y sombría como la niebla… y en la que vive alguien, por supuesto. Es impresionante.  Sus gentes más pobres andan en la calle, con sus puestos de frutas o de gorros, intentando sacarse algunos bolivianos para pasar el día. Eso los que mejor viven dentro de lo malo... porque otros simplemente están tirados sin más, esperando que alguien les de alguna moneda para echarse algo a la boca. Y personas así, desgraciadamente, se ven muchas aquí, incluso en el mercado más típico de la ciudad, donde nos llevó Pedro para que viéramos la cantidad de gente que viene y la cantidad de gente también que irrumpe cada pasillo para pedirte una limosna.

La verdad que pasar una tarde fijándote en cómo viven aquí, cómo se comportan y cómo se diferencian unos de otros, nos hace abrirnos los ojos ante lo que vamos a vivir. Tenemos que tener el “chip” bien claro en la cabeza, pensando en dónde estamos y en lo que, humildemente, podemos hacer. Lo que ves aquí solo lo intuyes en las noticias, aunque es mucho más duro, y sabemos que no vamos a cambiar su realidad pero intentaremos adaptarnos a su vida y a sus costumbres, a la vez que les hacemos pasar unas semanas con una ayudita más… que nunca viene mal.

Para finalizar la tarde, nos vamos a nuestra iglesia para vivir la misa de las 7 con la gente de nuestro barrio, y la celebra Chema. Todos encantados con él… cómo no. Es nuestro “papá” aquí, no para de mirar por nosotras, y eso lo nota todo el mundo. Su día de hoy ha sido muy ajetreado, como el de Sevi, haciendo misas, bodas, e incluso acudiendo a la prisión de mujeres. Estos pasionistas se merecen un premio… Y cómo no, nuestras cocineras favoritas nos lo tenían preparado. ¡¡Tortilla de patatas para cenar!! Qué lindas que son… ¡y qué rápido nos las hemos comido!. No pasamos hambre ni mucho menos, pero tener algo tan rico y tan nuestro, da gusto.

 Ahora, con la tripa llena y metidas en la cama bien tapadas, nos preparamos para otro día nuevo y sorprendente, como todos los que estamos viviendo. Estamos plenamente felices, familia… ¡muy felices!